lunes, 18 de mayo de 2020

Desaceleración, moda y capitalismo


La palabra desaceleración es tremendamente bella. Si la ves en economía, es como un susto ligero e inevitable. Si la ves en estilo de vida, es una invitación a reinterpretar acciones cotidianas. Es como una recesión emotiva, un minimalismo impuesto; imagino yo que algo así se siente decidir renunciar para vivir de tus ahorros alrededor del planeta. Y la moda, en medio de la pandemia, tuvo que desacelerarse. 

Y bueno, luego de una bonita introducción, es menester aclarar que no estamos viviendo una desaceleración: esta es una recesión. De hecho, no se veía algo así desde la segunda guerra mundial. Pero hoy tal vez contamos con un conocimiento documentado que nos permita superarlo con más facilidad (o no), y como ya lo hemos dicho hasta el cansancio, todos hoy somos una versión diferente a la persona que cerró la puerta de su casa el 24 de marzo

Por esto, cada que tenemos que poner sobre la mesa el concepto de moda durante la cuarentena, son un montón de conversaciones las que se abren de forma inmediata: el vestuario como armadura, la pertinencia de los dress codes, las implicaciones económicas, el provenir del lujo, la oportunidad del consumo y la relación de todo esto con el apocalipsis retail. Validamos algunas iniciativas, juzgamos a las marcas que pelan el cobre y nos planteamos, desde la premisa de que todo cambió, las novedades a las que deberemos enfrentarnos. 

Si quisiéramos hacer una breve lista de chequeo de lo que ha sucedido, surgirán ideas como el crecimiento de las ventas online (que parece confuso, según el último reporte de la Cámara de Comercio Electrónico de Colombia), la producción exclusiva de prendas de protección, como medida de apoyo a profesionales de la salud, sumado a la comercialización de productos de prevención; la cancelación de shows y puestas en escena mundiales, y el efecto en el comercio de la reapertura de tiendas de fast fashion y marcas especializadas. Y si a eso le añadimos la idea con la que abrimos, podemos hablar de una posible desaceleración en el sistema moda

Saint Laurent (¿ya le devolvieron el Yves o seguimos en eso?) decidió cancelar todos sus eventos del año, la semana de la moda de Londres se volvió completamente digital y Giorgio Armani considera que trabajar en estas condiciones es inmoral. También, es pertinente mencionar que el Instituto para la Exportación de Moda, Inexmoda, mostró cuál será el formato digital al que le apunte una de las ferias más importantes para Latinoamérica: Colombiamoda. Con todo esto, ya podemos hablar de algunos cambios trascendentales que marcan la pauta de la nueva industria. Pero, ahora conviene preguntarse, ¿qué tan reales serán los escenarios que especulamos cuando se acaben los aislamientos preventivos? 

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Así confirmó Saint Laurent la cancelación de todos sus eventos presenciales en 2020. 
Foto: Instagram de la marca: @ysl. 

La razón de un silencio programado en este espacio, después de un especial bien haladito sobre el mundo después del impacto del COVID-19, es esa reflexión: existe una probabilidad considerable de que todo vuelva a la normalidad, y este no es un motivo de celebración. 

Doy por entendidas varias lecciones de lo que ha sucedido que son imposibles de asimilar para el sistema económico en el que vivimos y, en el país de la informalidad, habrá que preguntarnos más de una vez qué prácticas de bioseguridad y protección serán desestimadas con el tiempo. Este panorama se vuelve una lucha distópica entre el aprendizaje y la necesidad de recuperarnos. Y una de esas dicotomías es la que le da nombre a este texto: ¿cuál es la lección que le quedará a la moda, después de tener que saltarse una temporada completa? 

Es bien difícil pronosticar qué es lo que nos resultará bueno, o no, a partir de los sentimientos particulares que la cuarentena nos genera. Muchos esperamos una realidad que implique una adaptación progresiva, y muchos cuentan las horas para replicar todos los comportamientos que, inevitablemente, nos llevaron a este declive social. 

Conversando con Mafe, la querida editora de The Inexpert, fue que comprendí que la desaceleración no es un fenómeno distinto a saltarnos una temporada. Lo que parece, desde un background que le apunta a la sensatez, una alerta sobre las malas prácticas de consumo de textiles, se resuelve en una sola idea: desacelerar es dejar de vender por una época, ¿y qué pasa después? 

Así se veía la fila en la reapertura de Chanel en Seúl. Foto: The Korean Times.


En este punto, no me atrevo a hablar de nuevas condiciones, porque lo que entendemos del mercado cambia cada segundo; pero, si solo estamos pensando en que esto es una pausa, ¿cuál será el impacto real de la contingencia en el tiempo? Por ahora, en las contadas normalizaciones que vive el continente asiático y buena parte de Europa, los picos de venta de lujo fueron la principal contradicción de los expertos. La tienda principal de Hermés, en Wuhan, vendió 2.5 millones de dólares el primer día de su reapertura, en Seúl la gente le hace fila a Chanel, y esta situación se repite en Francia con las tiendas de Louis Vuitton y Zara. Después de las considerables pérdidas, esto parece una luz sobre el futuro de los grandes de todo esto.

¿Adónde van a parar los sueños de la moda lenta, las colecciones sustentables y el consumo responsable? Tal vez queden en un espejismo de lo que la industria pudo ser. Sin ir muy lejos, pensemos en las prendas de protección que una buena cantidad de marcas ya incluyeron dentro de su portafolio. Cuando esto comenzó, pensar en que el vestuario se convirtiera en una armadura volvía cada salida a la calle en un escenario apocalíptico. Piénsenlo así: me visto para combatir un enemigo invisible que puede atacarme en cualquier visita a la tienda. Sin contar la obligación (bien justificada) de usar tapabocas en espacios públicos, la respuesta de la industria era previsible. 

Los que fueron pioneros, se mencionaron como tal: valoramos el trabajo de compañías como Totto, Maaji, Kupa y Alado, hablando de lo importante que esta tendencia resultaría.Un par de semanas después, internet estaría a rebosar de todo tipo de artículos para la prevención del contagio del virus. Caretas, overoles, chaquetas, capas, gorros, capotas y tapabocas en cualquier tela que se imaginen. Convertimos lo que, en un principio, parecía una réplica consecuente a una sobre oferta de productos que, muy probablemente, ni siquiera necesitemos. Atendiendo a lo que le escuchamos a Diana Gómez en El podcast de moda, es posible que el virus COVID-19 permanezca en una superficie antifluidos por más tiempo que un textil tradicional, como el algodón o el poliéster. ¿Realmente respondía a una necesidad la producción de todas estas prendas? 

Mi pieza de protección favorita, una de las pioneras, producto de la dupla de Alado. Foto: Instagramd e la marca: @aladodiseno.


Entonces, en contraste, ¿de qué nos sirve que la humanidad pase por uno de los hechos más imprevisibles, si la reacción a este sería la misma que nos metió en el problema? Bueno, sé cómo pudo sonar eso y no, no es una de esas teorías conspiranóicas de la destrucción del planeta (o muy seguramente sí). Acá procuramos no creer, ni difundir, ninguna de estas ideas, pero sí llegamos a la conclusión de que el capitalismo sacó sus garras en el momento donde la empatía era la mejor arma. Productos con vacíos en su investigación, la copia de la copia de la copia, y lanzamientos de colecciones que, aún siendo virtuales, ponían en duda el nivel de responsabilidad con el que se produjeron; si quiero, la lista sigue. 

Business of Fashion (portal esencial si lo que sumercé quiere es entender cómo funciona esto) lleva ya unos días haciéndonos guiños hacia conclusiones en pro de salvar la industria, porque la crudeza de la realidad nos ha hecho, muy sensatamente, dudar de la importancia de la moda en el mundo moderno. 

De hecho, se atreven a decir que el único modo de sobrevivir es replanteándonos las semanas de la moda, las temporadas y la relación con el fast fashion. Y unos diseñadores de alta demanda se unieron para pedir que esto suceda. Rewiring Fashion, una iniciativa con más de 1.400 marcas participantes, propone algunas nociones dignas de una nueva entrada: desde unificar eventos, luchar contra el consumo desechable y proponer un nuevo formato de desfile; hasta calendarios específicos sobre cómo producir para las dos temporadas eje del sistema. Contradicciones esenciales a lo que puede ser la respuesta a una crisis mundial por parte de muchas casas de lujo, que suben precios debido a la escasez y sostienen sus ventas a punta de los autorregalos que nos damos como forma de sobrellevar los momentos difíciles. 

Todo esto, con el único propósito de recordar que los hechos históricos en la época del internet, se convierten en narraciones grandilocuentes y análisis desbordados, donde la subjetividad nos lleva a establecer nuevos paradigmas que solo la realidad misma puede desmentir. Casi que termino proponiendo que existe una burbuja digital, que separa al algoritmo de la cotidianidad. Y, en ese mismo orden, lo que parecía el fin de la moda como la conocíamos, puede convertirse en solo un salto entre temporadas. 

Como nota al pie, no deja de ser valioso pretender que el planeta bajo un nuevo paradigma de moda es una posibilidad, jugándole a un 50/50, y sus retos ya los describí en este texto, parte de mi especial sobre el mundo después de la pandemia. Invitados a desmentirme. 

¡Vemos! 



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