miércoles, 8 de abril de 2020

Parte 4: La moda cambia, desde el sistema hasta el tapabocas

Yo mejor que ustedes lo tengo claro: esto era lo que queríamos leer. Por la carreta pseudo sensata que construimos a punta de chiros es la razón por la que se saben mi nombre. Y, sinceramente, estaba demorado en traer el tema a colación.

Tengo muy claro que la transición fue extraña, pasamos de hablar de semanas de la moda (y ausentarnos en exceso) a mencionar procesos esenciales para las compañías en la época pospandemia. Comprendo que haya un cortocircuito, sí, pero vale la pena explorar otros saberes en un momento de la historia donde la idea de abarcar múltiples disciplinas será la clave para abrir nuevas oportunidades (laborales, sus dioses los escuchen). Tratando de hilar los conceptos ya dichos, bueno, comenzaré a narrar lo que se nos viene pierna arriba.

En la pasada entrega del especial, hablamos de los pequeños hábitos que cambiarán, y uno de ellos era la forma en la que el vestuario comenzaría a cumplir funciones específicas de protección frente a amenazas ambientales y biológicas. La distancia social se volverá más común que el saludo de abrazo, y le perderemos miedo a usar tapabocas.


Volvamos en el tiempo: más de una casa de lujo, en medio de cancelaciones de desfiles del último circuito que pudimos ver, presentó mascarillas en pasarela, como parte del desarrollo de sus colecciones. Y el street style se llenó de fotos de personas sentadas en primera fila usando tapabocas quirúrgicos, seguido de eventos sin invitados y una permanente sensación de miedo (que desembocó en un ligero racismo, valga mencionar). Y desde ahí supimos que algo grande sucedería para la industria.

Digamos que usar mascarillas como parte de un atuendo no es una novedad. No quiero caer en la tónica de un artículo académico porque nos hemos caracterizado durante años por ser una voz más, en medio de tantas, que sintetiza sentires generales en pormenores estratégicos, que resultan punto de partida esencial de muchas conversaciones (también porque aprendí que el trabajo académico tiene un valor que muy rara vez hallarán en un blog, y muy seguramente alguien más ya lo hizo). 

Retomando, creo que Asia nos lleva una ventaja gigante en esto. Ellos, desde hace más tiempo que nosotros, han entendido que la distancia es respeto y que el tapabocas, en tiempos de polución, es más una regla que una excepción. Recuerdo que, con la apertura de Miniso (el gigante de chucherías japonesas) en Colombia, hace poco más de un año, parecía extraño dedicarle un anaquel completo a productos de protección facial. A mí me pareció casi fetichista esa puesta en escena. Días después de la alerta global, a mediados de febrero, ese anaquel permanecería vacío. 

Creo que ni la moda se arriesgó a tanto. Si en tendencias no pudimos vaticinar, desde los primeros brotes en diciembre, que la protección personal iba a ser uno de los pocos motivos de consumo en 2020, ¿quién más podría haberlo pensado? Inevitablemente, con producciones reducidas a elementos esenciales y el comercio cerrado en un porcentaje gigantesco; contrastado con las múltiples soluciones que han hallado los transeúntes para protegerse físicamente de un virus que detuvo al planeta, son uno de los insights más claros de lo que sucederá después de la pandemia. Porque solo hasta que termine, realmente lo sabremos. 

Pensemos esto: las casas de lujo no desaprovecharán el chance del artículo más viral (ups) de la temporada y diferentes accesorios de protección, pensados desde la tecnología y la exclusividad, serán parte de sus repertorios, temporada a temporada. Pensemos en uniformes protectores, telas antibacteriales, filtros avanzados, barreras físicas que se volverán comunes. Así como pude leerle a la querida Diana Lunareja: prendas que nos permitan evitar la contaminación exterior. 

Lo resumo en las marcas de lujo, porque son los primeros en interpretar tendencias globales, mientras el mercado global asume lo que el consumidor entiende por aspiracional en el momento. Pero también porque el reto de ellos tiene que ver con la estructura misma del sistema. Reflexionemos sobre los escenarios que se volvieron realidad: Armani cerró las puertas de su show, y presentó una colección sin ningún invitado presencial, mientras todas las marcas más importantes del circuito de la París Fashion Week de febrero se cuestionaban si seguir o no con sus eventos. ¿Qué sigue para el desfile como el medio predilecto para la presentación de nuevas colecciones? 

Esta no es una duda nueva, eso lo sabemos todos. Yo planteé hace unos años, por muchas razones, que el desfile se volvía obsoleto; y lo que en efecto probó ser obsoleto fue la exclusividad que estos representan. Claro, no es lo mismo sentarse a ver las prendas en vivo que en fotos, pero hoy hallamos material sobre los detalles de confección que no se ven ni en vivo, y las marcas están más prestas a mostrar cuanto sea necesario para posicionar su experticia. Pero, sin la silla marcada y las invitaciones hechas a mano, las marcas deberán valerse de nuevos momentos de comunicación claves para conectarse con sus compradores de primer nivel. Esto, junto al final de la era de los desfiles magníficos de Lagerfeld para Chanel, abre puertas a nuevos esquemas de temporadas, fabricación y presentación de colecciones. En resumen, un llamado urgente a la moda lenta, al bespoke y al secretismo que mantiene vivos muchos mitos de la moda. 

Ahora bien, los demás mortales, ¿qué vestiremos? Sabemos que incorporar tenis a los atuendos formales se había vuelto una tendencia (de nunca acabar, su dios nos escuche), y le creamos mil nuevos términos a la idea de usar sudadera para la oficina. Pero con el cambio de lo que implica el espacio de trabajo, tiene que cambiar el cómo nos vestimos para ello. El sleep wear y el atlheisure tomarán rumbos inesperados y se consagrarán como una necesidad latente, frente a un movimiento que abogará por la sofisticación extrema, en contraste a los días en los que nos reducimos a repetir pijamas. Las marcas desde ya deben estar pensando en que la transformación misma del modo de concebir muchísimos empleos, impactará también en los artículos que usaremos para los nuevos ambientes, la distancia social y la desdibujación de la etiqueta. 

Y bueno, el diseño de producto resultará esencial para la fabricación de nuevos insumos para la confección que estén pensados en la comodidad y la protección; volveremos a creer en armaduras que nos cuidan de enemigos invisibles. Todo esto, de la mano de una nueva interpretación del bienestar como parte de nuestra cotidianidad. Después de una pandemia, ¿cómo garantizaremos que nos sentimos seguros retomando rutinas que son necesarias, como el mero hecho de estar fuera de casa? 

Creo yo, que hasta acá abordamos, de a brochazos gordos, algunos de los cambios principales que habrá en una industria que venía tambaleándose desde hace rato. Ahora solo queda esperar, y tratar de comprender si la idea del consumo justo y de la producción controlada se convierten en aprendizajes permanentes, o si solo detuvimos lo que no se iba a detener nunca. Este post es también un llamado a crear una nueva idea de consumidor, uno que entiende que su comportamiento frente a la industria también determina el futuro del planeta mismo. Pero bueno, eso ya es otra historia. 

Por cierto, ¿ya leyeron las entradas previas del especial? Acá se las dejo por si acaso. 


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