lunes, 8 de abril de 2019

Una pasarela para todo el mundo

Las primeras filas de los eventos de moda en Colombia son siempre un misterio. Y un circo, sobre todo. Más de uno recordará sonados escándalos de cuando Zutanito levantó a un Perencejo importante y lo movió a segunda fila, o cuando Pepito hizo show porque no había espacio; y así podría seguir (lo cual no es mala idea para un post, porque ustedes son muy incendiarios).

El chiste de todo esto es compararnos torpemente con las semanas de la moda internacionales. Invitaciones contadas, enviadas con meses de anticipación, nombres antecedidos por Monsieur y Madame, sillas numeradas, eventos memorables. No les voy a mentir hablando de buen o mal gusto al elegir silla, ni obviaré que también corrí de un desfile a otro para ser el primero en la fila y obtener mejor puesto en el siguiente. No dejaré de mencionar las sugerencias amables de organizadores por elegir una silla más acorde, dejando espacio a creadores de contenidos más serios, ni la cantidad de cosas que he visto que estamos dispuestos a hacer por una primera fila.

Pero uno crece, entiende el mercado, se cambia de industria y puede comprender quién en serio debe buscar la mejor visibilidad del espectáculo. Espectáculo, una palabra que odio pero considero altamente acertada para hablar de lo que pasa con los performances de moda en Colombia. Ahora, esperemos que los organizadores la logren también.

¿A qué viene todo esto? Porque, como cosa rara, me gusta darle vueltas a todo antes de aterrizar en algo, cual abeja perdida. En el pasado Bogotá Fashion Week fue inevitable el roce con los diferentes actores de una feria de moda que deben estar en el evento. Como varias veces lo he mencionado, la Cámara de Comercio hace un esfuerzo notable en el fortalecimiento de las empresas de los diseñadores, con estrategias que van desde la profesionalización hasta la expansión en mercados internacionales. Lo que se les ha quedado en el tintero es que debe existir cabida a más actores de la industria, si lo que queremos es que esa visibilidad que supone una feria de moda se convierta en negocio.

Más allá del trato o de una estrategia de sitting, esto es un llamado a entender qué tipo de eventos debemos producir, para una industria que cada nueva feria pareciera fortalecer su audiencia. En esta edición de la Bogotá Fashion Week, desde el gallinero (término despectivo para hablar de la gradería trasera en la que suelen ser ubicados los invitados generales), hubo algunas imágenes muy curiosas que quisiera compartirles.
Foto se su servidor en la pasarela de Jorge Duque. Juzguen ustedes. 
Tengo la leve impresión de que el aforo este año cumplió con las expectativas de asistencia de cualquier diseñador. Honestamente, no sé si esta afirmación sea cierta, pero quiero creer que todos los desfiles con las sillas ocupadas a tope es una buena señal, no me imagino a ningún creador molesto por esto.

Lo irónico de esto es cómo se veía el espacio. Parecía más la gradería de un concierto que de una pasarela. Quiero creer que somos tantos los adeptos/editores/compradores en el país para llenar una feria así. Quisiera creer que una primera fila llena de señores encorbatados corresponde a la lista interminable de inversores en el negocio de la moda y no a la alta gerencia de la entidad encargada de realizar el evento, ajena a todo esto como profesión. Quisiera creer que la ausencia de teléfonos en las primeras filas corresponde a una nueva etapa en la industria en la que preferimos acercarnos a las prendas antes que al flash rebotando en ellas. Quisiera creer que todo esto desemboca en que comenzamos, muchos años tarde, a tomarnos en serio al clúster apropiándonos de mecánicas internacionales que han probado ser exitosas.

Porque, si mis quisiera son demasiado ilusos, hay que seguir preguntándonos qué queremos lograr con eventos abarrotados que no convierten. Convertir con todo lo que implica: imágenes para la posteridad, puestas en escena que fortalezcan posicionamiento de marca, compradores con acceso a la vista previa de lo que se pondrán en par semanas y prensa especializada que genere discusión sobre las propuestas. Si no lo idealizas, ¿tiene sentido hacerlo parecer global, o solo seguimos tratando de agradar al PR para ver mejor?

En este caso, los encorbatados no prestaban atención a lo que sucedía, la ausencia de teléfonos fue porque el público especializado fue escaso, y los adeptos seguimos siendo pocos. Sigo teniendo algunos inconvenientes con las audiencias refrescadas, entiendo que es necesario que la industria no se estanque, pero no considero una buena señal llenar de caras nuevas cuando los que mueven números deciden no asistir. Se necesita mucha pericia para equilibrar esas dos ideas.

Volviendo al análisis general del tópico, queda en el tintero que tal vez se nos escapa el buen trabajo realizado si seguimos pensando en un espectáculo que no convierte. Es por eso que, muy seguramente, la pasarela está mandada a recoger, en un entorno en el que no contamos con el control apropiado del por qué viene el que viene. Y rogar, una vez más, por nuevas caras de la moda colombiana que entiendan el performance en el marco del negocio. Y bueno, exige mucha energía (que a pocos les queda) para un trote de estos. La audiencia, señores, es casi que igual de importante.

Como nota al pie, felicitaciones a Juan Pablo Socarrás, quien se le midió a abrir su casa para una puesta en escena muy bien lograda de la colección Resort 2019. Música en vivo, canapés relacionados, modelos a 20 centímetros de distancia, experiencia para repetir. Corto, sencillo, con conversión inmediata, más compradores que prensa y amigos de la casa. Como en los viejos tiempos. Felicitaciones a Juan.
Look de la presentación de Socarrás, en el marco de Bogotá Fashion Week. 

Los dejo, neas.


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